[…]
Era curioso cómo habían avanzado en tan poco tiempo. En menos de un mes habían
desarrollado unos lazos que ni ellos mismos podían entender, pues, cada vez que lo pensaban,
se sorprendían al encontrarse sin respuesta. Cualquiera que los hubiera visto habría pensado
que se conocían de toda la vida, pues la complicidad con la que se hablaban no era muy
común. Quizá era eso lo que los hacía tan especiales. Una chica morena, de piel clara y ojos
brillantes. Un chico castaño, alto y con aspecto interesante. La diferencia de edad era poca,
pero a ellos les gustaba exagerar cuando hablaban de ello. Aunque a simple vista pudieran
parecer diferentes, varias son las fuentes que los confirman como iguales. No sabría enumerar
sus parecidos, pero la simple timidez con la que hablaban el uno con el otro ya era una
confirmación más que suficiente. Entre una multitud ella consiguió encontrarlo. Tenía aspecto
de despistado, pero tampoco es que fuera muy difícil despistarse ante semejante panorama.
Solo había caras extrañas y eso aturde a cualquiera. Pasado un rato la vio y entre nervios y
risas el momento del saludo pasó volando. Andaban y andaban… Él tenía que arreglar unas
cosillas, así que ella lo acompañó sin objeciones, total, por algo estaba allí, ¿no? Se sentaron
un rato para así poder saldar viejas deudas y, aunque estaba cegada por el sol, no pudo dejar
de fijarse en sus pequeños detalles y recordar los ya pasados. Su forma de comportarse le traía
recuerdos, pero prefería no sacarlos a la luz. Después de ese rato junto al calor del café, se
despidieron sabiendo que pronto volverían a verse. Y… el momento llegó. No había entrado
casi la tarde y ahí estaban otra vez. Las palabras salían solas, la timidez se había aparcado
un poco, pero solo lo justo ya que no era algo de lo que uno se pudiera librar fácilmente.
Ella en silencio seguía observando cada detalle, era algo que no podía evitar. La forma en
que caminaba, su pelo, la rectitud de su nariz, el movimiento de sus manos… Realmente no
podía evitar que todo eso le recordara a otro alguien, pero eso… todo eso cambió cuando la
miró. Aunque sus ojos se asemejaban a unos ya conocidos, su mirada tenía algo que lo hacía
inconfundible. Ahí había suavidad, cariño… Era de ese tipo de miradas que se recuerdan,
que no se olvidan porque nunca sabes cuándo volverás a ver algo así. Las horas pasaban
entre risas, comentarios, sonrojos… A él le dio por pellizcarle la nariz. A ella por preguntarse
repetidas veces “pero ¿qué pasa con mi nariz?” Incluso una vez lo dijo en voz alta, aunque solo
obtuvo una risa y una mirada de refilón… En fin. Sabía que no lo hacía a posta, pero sentir su
mirada le hacía sonrojar y lo curioso es que a él parecía no importarle lo más mínimo. Pero
bueno, supo aguantar e incluso ahora que no está, echa de menos esos momentos.
Lo que vino después no fue nada destacable: lluvia, pagos y despedidas. Ya lo dijeron unos
genios, lo que dulce empieza, amargo acaba, pero cierto es que las caras se les iluminaron
al caer en la cuenta de que aún les quedaban muchas cosas por hacer. Relojes, viajes,
almuerzos… ¿Qué será lo próximo?
Y no, entonces no sabían la de cosas que pasarían en un año...
3 tazas de té:
me encanta =) (aunque me hubiera gustado no saberlo a destiempo).
un besito grande pequeñita! *O*
Ha pasado un año ya... A la vez ha sido un tiempo corto y parece que ha pasado toda una vida.
Pero ¿qué te voy a contar?
No voy a escribir nada del otro mundo en este comentario.
¡Solo te digo que la aventura continúa!
Precioso, me encanta.
Buena actualización :)
Vuelve pronto.
Publicar un comentario